La gran mayoría de las empresas de hoy en día fueron creadas durante el siglo XX, época en la cual el entorno de negocios y las necesidades del mundo se caracterizaban por el desarrollo industrial, la producción en serie, el mejoramiento de la calidad, la estandarización de procesos y productos, entre otras cosas.
En términos gerenciales, los aportes de Edwards Deming y sus planteamientos teóricos y prácticos de la mejora continua, marcaron la tendencia en gestión empresarial. De allí que modelos como Six Sigma e ISO 9000, que están fundamentados en los conceptos de Deming sigan utilizándose comúnmente.
Muchas empresas han basado su éxito en estos modelos u otros similares, y todos desde la base de la mejora continua. Es decir, modelos que persiguen mejoras incrementales y sucesivas en el tiempo, que les permita mantener su ventaja competitiva en el mercado.
Por supuesto, existen innumerables ejemplos de éxito. Uno que quizás valga la pena mencionar, es el crecimiento histórico que ha tenido la cadena hotelera Hilton, la cual a lo largo de casi 100 años ha incrementado progresiva, lineal y sostenidamente el valor de la corporación, la que hoy en día está valorada en 25 billones de dólares. Lindo ejemplo de cómo lo que inició en 1919 como una posada en un pequeño pueblo en el estado de Texas, EEUU, hoy en día es un imperio de 700 mil habitaciones en todo el mundo.
En otras palabras, la mejora continua ha sido un concepto de gestión empresarial que le ha permitido a muchas organizaciones alcanzar resultados de éxito de manera sostenible a lo largo de décadas. Sin embargo,
¿Sigue vigente este modelo de gestión empresarial?
Y la pregunta aparece cuando son cada vez más comunes ejemplos como:
- La tecnología de impresiones en 3D, cuyos costos han bajado 400 veces en los últimos 7 años.
- La robótica, que cada vez sustituye más empleos al haber bajado sus costos 23 veces en 5 años.
- La energía solar, que el año pasado (2015) por primera vez se hizo más económica que la energía fósil, a pesar de la caída del precio del barril de petróleo.
- Y la biotecnología, donde por ejemplo, los secuenciadores de ADN han disminuido sus costos 10 mil veces desde el 2007.
Todos estos adelantos tecnológicos son de crecimiento exponencial, no lineal, y por lo tanto generan un impacto disruptivo en muchos negocios. El uso de estas tecnologías habilita casos como el de Airbnb (industria hotelera), empresa que con solo 7 años en el mercado ya tiene más de un millón de habitaciones para ofrecer a nivel mundial, y está valuada en 25,5 billones de dólares; es decir, ya vale más de lo que le costó a Hilton alcanzar en casi 100 años. Eso es crecimiento exponencial.
Es por esto que el concepto de mejora continua debe empezar a evolucionar a algo más adecuado para las características de la era de la información. Quizás es momento de pensar en la Innovación Continua, término que comienza a acuñarse rápidamente en el mundo empresarial, y que habla de la capacidad que deben desarrollar las empresas para transformarse rápidamente, junto con sus productos y servicios, para seguir existiendo en el mercado. Las empresas que no innoven simplemente desaparecerán.
Pensar en tener que innovar de manera continua, está llevando a las empresas a ir más allá del método de innovación, a trascender los departamentos de investigación y desarrollo. La innovación debe estar en toda la organización, debe ser parte de la cultura.
Y cuando se habla de cultura, es necesario romper con paradigmas, hábitos y rutinas que probablemente estén muy arraigados en la organización. No solo eso, muy seguramente son esos hábitos los que les permitieron mejorar de manera continua durante muchos años y ser exitosos en la actualidad. Por eso este proceso puede ser doloroso y complejo para las empresas, pero absolutamente necesario.
Recientemente, múltiples disciplinas científicas se han abocado a estudiar el impacto que tiene el bienestar humano en el desempeño en el trabajo y en la capacidad de innovar. Aquí una guía de 4 dimensiones donde la ciencia propone repensar los hábitos empresariales:
1- Administración de la energía de los colaboradores:
La mayoría de empresarios están acostumbrados a que más trabajo es igual a mejores resultados, rendimiento o productividad. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que mientras más cansado el trabajador, menor es su rendimiento. Y esto tiene una serie de implicaciones profundas en el trabajo,
- El estrés enferma si se enfrenta con bajos niveles de energía.
- Las ideas no fluyen si las personas están cansadas.
Por eso, si se quiere generar un ambiente enriquecido de ideas, iniciativas y nuevos proyectos en la empresa, es necesario administrar la energía de los trabajadores, asegurándose que tomen sus vacaciones, reduciendo las horas de sobre tiempo e inclusive jornadas laborales, siendo flexibles para entregar permisos de ausencia temporal y corta en el trabajo, y para que existan espacios y/o momentos de distracción en la oficina y durante el horario laboral.
De esta manera, los trabajadores podrán mantener niveles más altos de energía durante el trabajo y los espacios donde deben desempeñarse de mejor manera.
2- Coherencia:
El lugar de trabajo debe ser un espacio confiable y recíproco para el trabajador. Allí radica la importancia de que la empresa muestre una coherencia en sus políticas y acciones. Las políticas de la empresa deben ser claras y transparentes, es decir, que los trabajadores las conozcan y entiendan. Los trabajadores deben saber con claridad qué se espera de ellos y que van a obtener cuando lo logren. Debe también haber una sensación de reciprocidad, donde el trabajador perciba equidad entre el esfuerzo que pone y lo que recibe a cambio. Por eso, nunca olvide:
- Ser claro en los objetivos/propósito que se desean alcanzar.
- Reconocer y recompensar de manera coherente.
- Reglas de juego claras y transparentes que muestren reciprocidad.
3- Autonomía y colaboración:
Dos términos que en principio parecieran contraponerse, en realidad se complementan en la innovación continua: En la autonomía aparecen las ideas, se forjan las experiencias propias que son la materia prima para la generación de ideas; aquí radica la importancia de ambientes donde la expresión personal sea auténtica y respetada. Pero la creación (innovación) solo se da desde la colaboración; de modo que espacios colaborativos que trasciendan la funcionalidad de las áreas, son necesarias para verdaderamente aprovechar el potencial real de intra emprendimiento.
4- Propósito:
El “para qué” se hacen las cosas. Es el elemento que convoca a los individuos a aportar en algo más grande que ellos y que solos no pudiesen alcanzarlo. El propósito es el motor emocional que le da significado y valor al trabajo diario y que invita a ir más allá.
En un ambiente sin propósito, los trabajadores se limitan a realizar sus funciones. Pero una empresa que quiere innovar, necesita que los trabajadores den más, sean creativos, inventivos, observadores, curiosos, propositivos y que piensen en el bien común. Lo que activa todas esas actitudes de manera masiva, es el propósito, el que convoca a transformar el estatus quo.
Los tiempos cambiaron, las empresas también deben hacerlo. El entorno de negocios de la era industrial fue distinto al que tenemos hoy en día en la era de la información. Los modelos gerenciales que funcionaron en el pasado, no necesariamente son lo que van a crear empresas exitosas hoy día. La innovación dejó de ser una moda y se convirtió en un elemento de supervivencia para las empresas. Por eso, incorporar la innovación en la cultura organizacional es la pieza clave del éxito en estos momentos.
Autor: Johan Stuve
Consultor Independiente, Conferencista y Embajador de Historias de Éxito.
www.johanstuve.com
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